


Certificados de presencias
...las piedras dicen algo, el viento dice,
la ventana iluminada y el árbol solo de la esquina dicen,
todo está diciendo algo,
no esto que digo sino otra cosa,
siempre otra cosa, la misma cosa que nunca se dice.
...las piedras dicen algo, el viento dice,
la ventana iluminada y el árbol solo de la esquina dicen,
todo está diciendo algo,
no esto que digo sino otra cosa,
siempre otra cosa, la misma cosa que nunca se dice.
Octavio Paz
Los antecedentes más lejanos de la manipulación digital de la imágen se encuentran en el fotomontaje, inventado por Oscar Rejlander en 1857 y el collage, creado por Georges Braque y Pablo Picasso hacia 1912. Estos dos artistas integraron a una pintura de caballete algo no pictórico. La idea de encolar y ensamblar un elemento cualquiera de la realidad exterior a la obra, sus posteriores y múltiples variantes, se extiendió a campos como el grabado y la escultura, la literatura y la música, el cine y el video, etc. Esta inclusión creó una apertura ilimitada con consecuencias sólo comparables con la invención de la perspectiva en el siglo XV.
Entre los artistas contemporáneos que se valen de la digitalización, se encuentra Sara Neumeyer. En sus obras recientes, aunque utilice imágenes gráficas y fotográficas, es evidente su formación pictórica. Sus obras podrían ser demostraciones de la tésis de Luis Felipe Noé cuando afirma que “el arte llamado pintura es el arte de la imagen más allá del procedimiento que se utilice para lograrla”. La artista utiliza secuencias y capas de imágenes de orígenes diversos para conformar sus alusiones a la memoria social y afectiva, al pasado reciente y lejano.
En el Calafate, a orillas del Lago Argentino, se encuentran las Cuevas del Gualicho, célebres por sus paredes con imágenes prehistóricas. Sara Neumeyer tomó una serie de fotografías que no fueron pensadas como una documentación sobre las imágenes rupestres ni como un típico recuerdo turístico, sino como la “materia prima” que después será manipulada y transformada mediante el proceso de digitalización. Esta serie de fotografías constituyen el anteproyecto de la obra realizada en 2005 cuyo título es El alma de las sombras.
La artista eligió el encuadre y el instante oportuno de las fotografías. Su intención fué que los cuerpos de quienes contemplaban las representaciones y signos de la pared rocosa proyectaran sobre la misma sus propias sombras. En el trabajo de digitalización posterior se iluminaron, atenuaron y agregaron detalles, se despojaron, reiteraron y realzaron tanto las figuras (las sombras) como los fondos (la rugosidad de la roca, las inscripciones rupestres). La continuidad de la pared se interrumpió por el efecto de la proyección de las sombras de personas: ante nosotros, éstas constituyen una suerte de certificados de presencias de los que contemplaron, de espaldas al ojo de la cámara, el testimonio dejado por nuestra prehistoria. Aparece, de esta manera, un equilibrio inestable entre dos presencias simultáneas: el aquí y ahora (el presente inmediato) y el aquí y antes (el pasado remoto).
Sara Neumeyer realiza también en el mismo año el libro Los niños del tiempo. En esta obra, también con tecnología digital, incursiona en un lugar y tiempo precisos, esto es, la ciudad de Varsovia antes de la Segunda Guerra Mundial. La artista explora, selecciona y pone en relación tres tipos de imágenes: fotografías de niños en primer plano, de la vida urbana en general y reproducciones del mapa político de Polonia de la misma época. Con esta documentación lleva a cabo un “collage electrónico” que hace visible la atmósfera sociocultural poco tiempo antes de los trágicos advenimientos en su país natal. La transparencia de las imágenes y la monocromía de sus diferentes tonalidades evaporan la distancia entre lo que contemplamos y nuestra conciencia. Viajamos por ciudades y rutas desconocidas sin riesgo de confusiones ni pérdidas: las páginas de este libro orientan nuestra manera de sentir y pensar.
La tecnología digital es un medio seguro que se utiliza para evadirnos del mundo, pero también para volver a él. El alma de las sombras y Los niños del tiempo son, cada uno a su manera, libros que integran y evocan experiencias que son, a la vez, individuales y colectivas, existenciales e históricas. Son libros cuyas imágenes se reflejan unas a otras y nos convocan para que contemplándolas, dialoguemos con nosotros mismos.
Entre los artistas contemporáneos que se valen de la digitalización, se encuentra Sara Neumeyer. En sus obras recientes, aunque utilice imágenes gráficas y fotográficas, es evidente su formación pictórica. Sus obras podrían ser demostraciones de la tésis de Luis Felipe Noé cuando afirma que “el arte llamado pintura es el arte de la imagen más allá del procedimiento que se utilice para lograrla”. La artista utiliza secuencias y capas de imágenes de orígenes diversos para conformar sus alusiones a la memoria social y afectiva, al pasado reciente y lejano.
En el Calafate, a orillas del Lago Argentino, se encuentran las Cuevas del Gualicho, célebres por sus paredes con imágenes prehistóricas. Sara Neumeyer tomó una serie de fotografías que no fueron pensadas como una documentación sobre las imágenes rupestres ni como un típico recuerdo turístico, sino como la “materia prima” que después será manipulada y transformada mediante el proceso de digitalización. Esta serie de fotografías constituyen el anteproyecto de la obra realizada en 2005 cuyo título es El alma de las sombras.
La artista eligió el encuadre y el instante oportuno de las fotografías. Su intención fué que los cuerpos de quienes contemplaban las representaciones y signos de la pared rocosa proyectaran sobre la misma sus propias sombras. En el trabajo de digitalización posterior se iluminaron, atenuaron y agregaron detalles, se despojaron, reiteraron y realzaron tanto las figuras (las sombras) como los fondos (la rugosidad de la roca, las inscripciones rupestres). La continuidad de la pared se interrumpió por el efecto de la proyección de las sombras de personas: ante nosotros, éstas constituyen una suerte de certificados de presencias de los que contemplaron, de espaldas al ojo de la cámara, el testimonio dejado por nuestra prehistoria. Aparece, de esta manera, un equilibrio inestable entre dos presencias simultáneas: el aquí y ahora (el presente inmediato) y el aquí y antes (el pasado remoto).
Sara Neumeyer realiza también en el mismo año el libro Los niños del tiempo. En esta obra, también con tecnología digital, incursiona en un lugar y tiempo precisos, esto es, la ciudad de Varsovia antes de la Segunda Guerra Mundial. La artista explora, selecciona y pone en relación tres tipos de imágenes: fotografías de niños en primer plano, de la vida urbana en general y reproducciones del mapa político de Polonia de la misma época. Con esta documentación lleva a cabo un “collage electrónico” que hace visible la atmósfera sociocultural poco tiempo antes de los trágicos advenimientos en su país natal. La transparencia de las imágenes y la monocromía de sus diferentes tonalidades evaporan la distancia entre lo que contemplamos y nuestra conciencia. Viajamos por ciudades y rutas desconocidas sin riesgo de confusiones ni pérdidas: las páginas de este libro orientan nuestra manera de sentir y pensar.
La tecnología digital es un medio seguro que se utiliza para evadirnos del mundo, pero también para volver a él. El alma de las sombras y Los niños del tiempo son, cada uno a su manera, libros que integran y evocan experiencias que son, a la vez, individuales y colectivas, existenciales e históricas. Son libros cuyas imágenes se reflejan unas a otras y nos convocan para que contemplándolas, dialoguemos con nosotros mismos.
Horacio Zabala
verano de 2006.
verano de 2006.
Magnífica tu obra, su desarrollo y temática en donde en cada una de ellas se refleja tu aguda percepción y sensibilidad. Felicitaciones.
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